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Rutger H. Cornets de Groot

  

 verschenen in het culuur  maatschappelijk maandblad  STREVEN(januari 2009)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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La imagen de una imagen desaparecida

 

   Conversación sobre los lienzos diarios de Paul Combrink /

   Rutger H. Cornets de Groot

  

back <Gesprek over de dagdoeken van Paul CombrinkConversación sobre los lienzos diarios de Paul Combrink

En cada vida humana hay acontecimientos que permanecen en la memoria, ya sea como un recuerdo feliz o como un trauma. En ambos casos, esta vivencia crea una pérdida, ya que desaparece con el tiempo, pero no de la memoria. Muchos artistas de alguna manera intentan reivindicar ese acontecimiento, creando una imagen permanente, un símbolo del mismo. Piense en Marcel Proust y su obra En busca del tiempo perdido, o Martin Scorsese y el Nueva York de su juventud, o Gerrit Achterberg y su amada que había fallecido.

Paul Combrink (Róterdam, 1949) pinta cuadros a diario. Todos los días toma una foto alrededor del mediodía, que luego desaparece en un lienzo de 50 x 50 cm detrás de una nueva imagen creada por muchas capas de pintura. Ha estado haciendo esto durante mucho tiempo, y la dimensión de su trabajo es impresionante. Cuando visité por primera vez una exposición de su obra hace cuatro años, tenía curiosidad por saber cómo presentaría los cientos de cuadros que había anunciado en la invitación en las pocas salas de la galería de arte Haagse Kunstkring en La Haya. Su solución fue tan tan simple como brillante: llenó las paredes con ellas, y luego apiló el resto. De esta manera creó una estructura arquitectónica en las paredes, mientras que los lienzos apilados, de los cuales solo se veían los colores de los laterales, formaban esculturas independientes. La imagen original continuaba desapareciendo en esas formaciones, mientras que las nuevas imágenes reemplazaban y simbolizaban la imagen desaparecida.

                           
                Apilado                                                
escultura apilando

En su obra, Combrink trata de escenificar e imitar la ruptura entre el arte pop y el arte abstracto de antes. Igual que Robert Rauschenberg, que borró un dibujo de Willem de Kooning, Crombink lleva a la irreconocibilidad la foto que es el motivo de la obra. Cuando le comento este paralelismo al artista, que también proviene de la corriente geométrica-abstracta, se sorprende, pero no lo niega. Existen más características del arte pop: la obra es de gran volumen, se combinan diferentes medios de comunicación y los lienzos adquieren características tanto primarias como estéticas. Aunque estos dos últimos aspectos no deben interpretarse en un sentido desfavorable, no son lienzos con un aura de originalidad y singularidad; incluso sus intentos de innovar aparentemente forman parte de una tradición. El artista no pretende reconstruirse como una unidad ficticia en el campo pictórico, sino que activa una máquina que opera con los datos y las propiedades de ese campo: una actividad autónoma en la que lo original y lo real se hace visible en la forma en que Combrink pone en escena ese proceso aquí y ahora.

En una exposición reciente, cuatro años más tarde, y nuevamente en la galería Haagse Kunstkring, el enfoque estaba dirigido menos hacia las diversas posibilidades creativas del trabajo, y más hacia sus fuentes y motivos. Se había reservado una sala separada para las fotos que habían estado completamente ocultas cuatro años antes. Además, tanto estas fotos como las pinturas ahora tenían números: las indicaciones de tiempo en hasta quince calendarios diferentes, desde el calendario armenio y el judío hasta el calendario chino y juliano. Lo que antes era conceptual ahora era concreto: la historia de los lienzos ya no era mera información de contexto, sino una parte tangible. Es como si Combrink, como un arqueólogo de su propio trabajo, recuperara de debajo de las muchas capas de pintura lo que el artista de arte pop había borrado.

Su fetiche o su trauma, dependiendo de cómo lo veamos, es el tiempo: la suma de todo lo que ocurre. El lema de la segunda exposición era un verso de la poetisa holandesa Vasalis: "Soñé que vivía lentamente". Proviene del poema "Tijd" (Tiempo), y los primeros tres versos dicen:

Soñé que vivía lentamente ...

más lentamente que la piedra más antigua..

Fue horrible [...]

Más lentamente que la piedra más antigua: tan lentamente, así parece, que toda la otra materia perecedera, cobra vida mientras tanto. Así es como los alquimistas veían la vida: en toda materia hay una piedra viva, una piedra filosofal. El truco es encontrarla... ¿No son las capas de pintura, con las que Combrink cubre sus fotos, una materia prima? ¿Y no es la foto una imagen de lo real, de un deseo original pero inalcanzable, ahora que la realidad ya no es como es, sino que se ha convertido en un símbolo y solo puede expresarse mediante símbolos? Nos encontramos en su taller.

Orden simbólico

"El poema trata de ver las cosas con su lentitud inherente", dice Combrink. "Eso tiene dos aspectos. La vida va muy rápida, pero uno también quiere controlarla. Pero es imposible controlarla, y si se pudiera, podría acabar siendo horrible. Sería una experiencia completamente diferente, porque es imposible detenerse en cada momento y reflexionar sobre cada acontecimiento".

En una esquina del espacio de exposición, el artista había instalado un dispositivo digital en cuya pantalla avanzaba una cifra de diez dígitos con dos decimales: el tiempo transcurrido desde su nacimiento, con una precisión de una centésima de segundo. Los dos últimos números cambiaban tan rápido que no se podían leer.

 
                 Auto retrato                                

 "El tiempo es algo muy fugaz", dice Combrink. "Mi trabajo enfatiza su relatividad a través del esfuerzo por determinar su exactitud. Al fin y al cabo no es exacto, ni tampoco no lo son todos esos calendarios. Son solo formas imperfectas de medir el tiempo. Trato de demostrar su inutilidad a través de mi trabajo, pero solo puedo demostrarla actuando, lo que le confiere un punto de locura. Porque todo es muy esencial, pero también muy reemplazable. Ver el paso del tiempo en una pantalla es una sensación extraña: es mi tiempo el que pasa en ella. Por otro lado, es extraño decir que el tiempo va más deprisa a medida que una persona envejece: tal vez mi tiempo, pero no el tiempo".

La base de su trabajo no es solo un símbolo individual, sino todo un orden simbólico: el hecho de que la humanidad haya avanzado un segundo, un minuto, una hora o un día después de un número x de acontecimientos. Combrink luego proyecta este orden simbólico, que es, por definición, el orden del Otro, sobre sí mismo, y usa sus lienzos diarios para realizar un seguimiento del tiempo transcurrido, en décimas y centésimas de segundo, desde la determinación y el registro oficial (es decir, por parte de ese Otro) de su nacimiento. Esto hace que el punto de referencia de su proyecto sea altamente incierto, pero no discutible, ya que es parte de un planteamiento que le precede y que seguirá estando allí cuando ya no esté él.

En un texto que escribió para la exposición, leo: "Hoy tomé una foto a las 12:01:57:4. Eso son 1.827.228.717 segundos después del registro de mi nacimiento. En una sexagésima de segundo capturé una parte de mi mirada hacia el mundo: la parte nº 109.633.723.020".

"Son números descabellados que no se pueden comprender", dice Combrink, "que representan una billonésima parte de la vida de una persona, pero también de la historia. Lo calculo y lo presento en quince calendarios, que todos parten desde un punto diferente: yo tomé mi propia vida como punto de partida. Allí reside el toque romántico".

Rendición de cuentas

    ¿Por qué has mostrado esta vez las fotos, las fuentes?

"Esas fotos son el principio y el fin al mismo tiempo. No hay forma más precisa de capturar un acontecimiento que mediante la fotografía. Esas fotos son pequeñas piezas de una imagen infinita de un tiempo infinito. Representan solo una pequeña parte de una imagen muy grande que también incluye otras imágenes. En realidad, solo existe una imagen total; lo que difiere es la posición. Pero es una única imagen. Ahora también agrego notas de prensa, porque el momento en cuestión siempre está relacionado con algo que sucede en otro lugar: ambas cosas están conectadas".


                Momento diario; 6-3,5 meter           cálculo de tiempo 

El compromiso de Combrink radica en esa relación con el mundo. La foto que toma todos los días refleja parte de su mundo, pero la despliega compartiéndola con otros y haciendo declaraciones al respecto. Una de esas declaraciones, por ejemplo, es la indicación de tiempo según el calendario armenio, que difiere del judío, chino y juliano, y de los otros once calendarios en su obra. De esta manera llega a un punto de vista que trasciende lo personal, una objetividad que no aspira a la uniformidad, pero a través de la cual quiere evitar que su mundo excluya el de los demás. En el momento en que alguien está siendo disparado en Afganistán, alguien está siendo ejecutado en Estados Unidos, alguien pisa una mina en Irak y alguien está siendo privado de sus derechos en los Países Bajos. La obra de Combrink rinde cuentas de manera implícita de todos estos eventos. O como escribe en el texto de la exposición: "Hrant Dink nació el 10/2/1403 en Malatya y el 7/7/1456 fue asesinado en Estambul. Todo esto según el calendario armenio. Hrant Dink fue asesinado el día 21.141 de mi vida. Necesito incluir el calendario armenio en mi obra."

Que Combrink tome una foto a la misma hora todos los días demuestra que no le importa el objeto a fotografiar, sino el acto de fotografiar. Las fotos representan instantáneas sucesivas de su vida, que luego se alzan como arte. Tomar las fotos es, por así decirlo, un acontecimiento en la tradición Fluxus, que luego se documenta. Lo que queda es un símbolo que experimenta adaptaciones sucesivas dentro de otra realidad, desde la fotografía hasta la pintura, la escultura y la exposición. Sin embargo, no es tanto el resultado (lienzo, escultura, exposición, en resumen: el objeto), sino el método (el ensamblaje, hacer que el tiempo sea tangible) en el que las huellas del flujo real que se encuentran fuera del orden pictórico se hacen visibles. Con una fotografía tomada en momentos fijos como punto de partida, el método de Combrink se alinea con un enfoque cinematográfico de la realidad basado en la duración del tiempo. El objetivo no es la (re)construcción temporal de un "yo", sino dar cabida al flujo continuo que se produce fuera del objeto y al cual el yo es ajeno y algo secundario. En ese sentido, las esculturas, por antropomórficas que sean, son manifestaciones del tiempo que fluye.

Revelación

La exposición contó con dos instalaciones: estructuras en forma de cubo en las que el suelo, el techo y las paredes estaban repletas de lienzos. Combrink las llamó "salas cerebrales", por la multitud de imágenes y recuerdos que tiene una persona y la forma en la que están organizados. Las esculturas, las paredes con pinturas y las instalaciones representaban la historia: un génesis y una historia documental. La anécdota no se borra por completo, sino que se acumula y oprime la mente: de cada día el artista rinde cuentas, y estos informes se van concretando, formando así un cuerpo en el espacio. Todo lo que hacemos tiene consecuencias (e incluso si no hacemos nada, hacemos algo, porque si no, ¿cómo pasaría el tiempo?), y nos damos cuenta de eso si nos fijamos en la forma de la que el artista modeló sus obras. Ellas “son” el tiempo y por lo tanto ellas nos “representan”, de modo que, al fin y al cabo, nos estamos mirando a nosotros mismos a través de ellas.


                                     Cámara cerebral I: 2 bij 2 meter        II: 3.5 bij 3.5 meter

"Lo que quiero demostrar es que... en cierto modo, todo es muy esencial, mientras que al mismo tiempo no tiene importancia. Por eso creo que esos versos de Vasalis son una revelación. Si vivieras tan lentamente como ella en ese sueño que describe en el poema, la vida y sus acontecimientos no serían tan intercambiables. Entonces la vida se reduciría a una fotografía, una imagen fija y eterna. Entonces todo sucedería, pero solo ocurriría una cosa: ¡una observación única e interminable de una multitud de eventos! Sería increíblemente importante. El hecho de que, al fin y al cabo, todo carece de importancia, lo demuestra ese reloj digital que a pasos agigantados sigue alejándose del instante de mi nacimiento al ritmo de las centésimas de segundo. Va tan rápido que a uno ni le da tiempo de leer los números. Por otro lado, puede que no esté tan alejado del poema de Vasalis. Porque si en su poema se mueven hasta las piedras, el resto debe ir tan rápido como lo indica ese reloj".

     ¿Por qué editas las fotos con tanta intensidad?

"La imagen nunca sigue siendo lo que era. La forma no se puede conservar. La imagen, una vez tomada, te acompaña pero empieza a llevar su propia vida. Pero también soy artista: intervengo físicamente y transporto la imagen a lo largo del tiempo. De hecho, la destruyo, literalmente la apuñalo. Mis lienzos diarios surgen no solo de motivos creativos sino también de móviles destructivos: la destrucción de imágenes, de las cuales surgen nuevas imágenes. La técnica le confiere a la obra algo físico, por lo que a uno le daría ganas de rallarla. Es por eso que pinto con pigmentos que mezclo yo mismo, para que los colores sean más puros y el trabajo también tenga una calidad táctil. Pero lo más importante es que al colocarse otra imagen sobre la foto se destruya la imagen original. Tanto la foto como el nuevo cuadro son imágenes de imágenes desaparecidas".

                             

Como un creador, un alquimista, Combrink edita la imagen, que se corta en pedazos y desaparece detrás de muchas capas de pintura con el tiempo, hasta que lo único que queda es su historia. ¿Pero es realmente así? Mirando muy bien, a veces se pueden ver pequeños restos de la foto de la que partió la obra. En lo tangible, la imagen regresa: no en la representación, ni en la historia, ni en una idea, sino en el tacto. La imagen regresa de una manera más tangible, más física que en cualquier otra imagen, y muestra que de ninguna manera ha desaparecido. Eso significa que en realidad Combrink no hace arte conceptual, y tal vez incluso lo polemice. Lo que queda es un símbolo que toma forma él mismo y se restablece en el mundo. La imagen, que parecía haber desaparecido, regresa como una nueva forma tangible, tan tangible como la realidad que fue fotografiada al principio, esta vez ya no como singularidad, sino como un hecho sustraído al caos e incorporado en un orden simbólico, como una imagen de la imagen desaparecida.


     Rutger H. Cornets de Groot

 

 

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Rutger H. Cornets de Groot

  

 verschenen in het culuur  maatschappelijk maandblad  STREVEN(januari 2009)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

publicado en la revista cultural mensual STREVEN (januari 2009)